miércoles, 7 de abril de 2010

Por favor no me ayuden

Todas las mañanas en mi camino al Instituto, me topo con un hombre de aproximadamente 45 años de edad, pero con una estatura no mayor a los 70 cm, esto porque tiene una deformación grave en ambas piernas, lo que le obliga a movilizarse impulsado por sus manos. Viste con una apariencia casual, con camisa de cuello, pantalón de tela y una chompa elaborada con un material sintético. Siempre lo he visto bien peinado y con una actitud positiva.

Cuando llega el bus, espera a que se suban las demás personas y con una facilidad increíble se trepa cada una de las gradas y se ubica en los primeros asientos. Me imagino que al no tener piernas ha desarrollado habilidades físicas adicionales en sus otras extremidades. Es curioso pensar que todos tenemos la misma capacidad de desarrollo tanto mental como físico, pero al ser víctimas de la comodidad por ser “seres normales” no las descubrimos y peor aún las desarrollamos.

Hoy me llamó la atención algo con respecto a este sujeto que me hizo reflexionar. Cuando el cobrador del bus comenzó a pedir el dinero correspondiente al pasaje a los usuarios (en mi en país cada bus trabajan dos personas, un chofer y un ayudante que a la vez sirve de espejo retrovisor, cobrador, defensor en caso de broncas, intermediador con policías y otras 30 funciones más) al llegar al hombre con la “incapacidad física”, el cobrador le devolvió el dinero como haciendo su buena acción del día. El hombre “inválido” como es lógico no insistió en pagar el pasaje aunque en su rostro se podía ver un gesto de inconformidad.

Y es precisamente ahí cuando yo me pregunto: ¿Hasta qué punto en verdad se ayuda a un discapacitado facilitándole la vida con exoneraciones de impuestos, disminución de pagos, bonos sociales, y más ayudas que reciben para poder soportar su desdichada vida?

¿No será más bien que este hombre ha logrado desarrollar sus capacidades hasta el punto de llevar una vida aparentemente normal, gracias al hecho de no creerse ni verse nunca menos que los demás?¿No sucede lo mismo con la gente pobre, a la que los gobiernos "ayudan" entregándoles todo tipo de ayudas que lejos de ser un motor que los impulse a superarse, se convierten en una lastimosa herramienta de conformismo?

Estoy completamente seguro de que una persona, con las capacidades físicas que sea, solo se puede superar cuando el entorno le sirve de ayuda y no cuando se le tiene pena por su posible desgracia.

Deben existir miles de razones por las que la vida puso a este hombre a arrastrarse por las calles de Quito demostrando un altísimo grado de fuerza de carácter y gracia por la vida, pero la que a mí me parece la más importante hoy es para demostrarme que uno solo está vencido cuando ha decidido que lo está, mientras tanto cada paso recto o torcido que pueda estar dando es una vuelta más de la hélice que hace que quien así lo ha decidido, pueda mantenerse en vuelo seguro hacia su libertad

lunes, 15 de marzo de 2010

En sus marcas, listos... a vivir!

Sentado en un centro comercial muy concurrido de Quito, veo personas pasar y alcanzo a escuchar algunas de sus conversaciones, la mayoría, tal vez por tratarse de un horario laboral, son acerca de dinero y negocios. Imagino que en la hora del almuerzo que está muy próxima comenzarán a llegar quienes hablen de entretenimiento y sociedad.

En fin, en aquellas conversaciones financieras encuentro una voz que habla acerca de lo que somos los seres humanos. Cuando estamos dentro del vientre materno somos materia virgen, preparándose para algo que, por nuestro vasto conocimiento aún, no sabemos como llamar. Nos limitamos a sentir y recibir el mundo a través de nuestra piel y nuestro tacto.

Es en ese momento donde encuentro una relación entre la vida y una carrera. Es como si nos estuviéramos alistando para salir a correr apenas el médico que tiene el enorme privilegio de recibirnos por primera vez nos lanza a la vida, es como si fuera una bandera a cuadros que marca nuestra partida. Desde ahí comenzamos a correr de experiencia en experiencia, saltando obstáculos y tratando por sobre todas las cosas de ser los primeros en llegar. Pero... ¿a dónde?

En esta carrera nos tompamos con gente que nos ayuda y otros (la gran mayoría) que nos quieren rebasar, todos buscamos ser los primeros, primeros en la clase, primeros en la escuela, primeros en conseguir novia, primeros en nconseguir el puesto, primeros en acumular riqueza, para poder regresar a ver a los demás competidores sintiéndonos ganadores. Creemos que el que más logra acumular será el que gane esta carrera... nada más equivocado.

Lo peor de todo es que no existe una meta al final de un camino trazado, no hay a donde llegar, solo hay que estar. Que feliz sería un competidor que no sufre si llega tarde o que no se engríe si llega antes. Solo disfruta como nadie el hecho de estar participando de la carrera, de poder ver que no está solo y que tiene a su lado miles de corredores similares a él que cumplen la misma función de existir y que podrían, si así lo quisieran, solo detenerse y reir, bailar, compartir, gozar. qué fácil se podría alcanzar la paz en el mundo si entendiéramos que no vivimos en una carrera de velocidad sino en una "competencia" donde el único ganador es aquel que más se ríe y mas hace reir a quienes comparten el mismo momento existencial.

Daniel

Desde aquí parado en este punto de la carrera te he visto pasar 3 veces, se te nota cansado. Te invito a descansar.

viernes, 5 de marzo de 2010

La galleta de la cordura

Hoy viví una experiencia por demás extraña que merece ser compartida, porque estoy seguro que trae un mensaje escondido detrás de lo curioso de su presencia.

En la mañana cuando me dirigía al instituto donde estoy estudiando cine, se subió en el bus una mujer de baja estatura, vestida con ropa vieja y con una leve capa de cabellos pequeños en su cabeza que dejaban ver su bronceado cuero cabelludo. Llevaba una bolsa de yute. Se ubicó en uno de los asientos del bus y comenzó a hablar con alguien. Yo regresé a ver extrañado por la situación y la vi gesticulando con las manos mientras conversaba con algún ser salido de su imaginación. En pocas palabras era lo que llamamos "una loca".

No le di mayor importancia al hecho, seguramente porque un encuentro de este tipo le puede suceder a cualquiera, más aún en los actuales tiempos en los que las "cosas están tan difíciles" que es fácil perder la cordura y la razón de lo que está bien y lo que está mal.

Continué normalmente con mis actividades. Llegué al Instituto donde el semestre finalizó y tenía que presentarme para ser evaluado. Entre otras cosas, uno de mis evaluadores señaló como mi principal debilidad, el hecho de ser demasiado racional. Característica que yo mismo he determinado como uno de mis principales obstáculos al momento de expresar lo que llevo dentro a través del cine. Hasta el momento de terminar mi evaluación y almorzar con mi novia nada en mi cabeza conectaba de ninguna manera los dos sucesos.

Pero, al momento de ir en el bus de regreso, en una ruta totalmente diferente a la que me llevó en la mañana, vuelvo a ver a la señora que hablaba sola avanzando por el pasillo. Me pareció un poco más que increíble y si creyera en las coincidencias diría que fue una muy grande. Pero como sé que todo suceso por pequeño que parezca se halla conectado dentro del flujo de existir, decidí poner mucha atención a cada detalle de la mujer. Primero se tambaleaba al ritmo de los arranques y frenadas del bus, todo esto mientras continuaba con sus comentarios acerca del clima hacia una persona que nadie más podíamos ver. Esta vez, llevaba una cocacola en una mano, y una funda de galletas en Nestlé en otra (posiblemente la presencia de las marcas tenga relación con algo de mi pasado pero eso sería hilar demasiado fino).

Lo que hizo más increíble aún el encuentro, fue que mientras yo esquivaba su mirada, como pretendiendo evitar ser reconocido, la mujer llamó mi atención tocándo mi brazo con su mano un par de veces. Solo la regresé a ver y acepté la galleta que me había extendido con su mano. La guardé en mi bolsillo y "me hice el loco" seguramente por miedo a ser testigo de algún tipo de reacción en la que no sabría qué hacer. Me imaginaba de repente un ataque de pánico, o de agresión física. Bueno. Al cabo de un rato, la señora hizo el mismo regalo desinteresado con un niño que estaba en las piernas de su madre y con una chica sentada más adelante. Absolutamente todos, recibimos el obsequio pero lo ignoramos como si trajera algún tipo de veneno o virus contagioso.

Me bajé del bus pero me quedé pensando entodo lo que había ocurrido. Simplemente me propuse a analizar los hechos. Primero, la reacción de la gente ante una persona que no cuadra dentro de su racionalidad me hizo pensar en que es quizá eso lo que no me permite aún sacar lo mejor de mí, por temor a lo que pensarán las personas que me rodean (me refiero al arte de hacer cine). Segundo, El verdadero significado del regalo de la señora. Ella simplemente nos regaló una galleta, pero nosotros "los cuerdos" recibimos una minibomba con virus incluido, imposible de ser vista y menos aún llevada a la boca por miedo a ser contagiados de una enfermedad incurable. Tercero: esa señora hablaba sola, pero yo me pregunto no hacía lo mismo Jesús cuando decía que hablaba con dios y la gente le quedaba viendo raro. No hacían lo mismo los profetas, no hacen los mismo aquellos que dicen seguir la voz de su corazón y también la gente común cuando se mira en el espejo repitiéndose mentalmente lo bien que se ve.

Aparte de todo esto también he sacado una reflexión adicional de lo que creo que esto me está enseñando: El hecho de romper con la racionalidad y seguir los impulsos de tu corazón debe estar apoyado con la firme convicción de estar dirigiendo tus acciones hacia lo que verdaderamente quieres. Si no tienes un puerto al cual quieres llegar, simplemente te puedes convertir en un navegante sin rumbo que va de bus en bus en un ciclo que no lo lleva a ningún lado, pero que aún así sigue contando con la generosidad absoluta del universo.

Esa irracionalidad disfrazada de locura que, llevada por el camino de tus prioridades, se puede convertir en el motor de tu vida, debe ser disfrutada y gozada sin pensar, dejando que actúe desde adentro y permita sacar a ese maravilloso ser creador que está escondido bajo las capas de maquillaje o ahorcado por la corbata que acompaña el traje que te ves obligado a llevar.

A todos nos vendría bien volvernos un poco locos de vez en cuando. Al menos seriamos honestos con nuestros deseos más profundos.

Pd. Por cierto, al final me comí la galleta y aún sigo vivo.

lunes, 22 de febrero de 2010

Circunstancias

Muchas cosas han pasado desde la úlima vez que escribí. Tantas cosas que me han dejado una enseñanza muy grande y de las cuales estoy totalmente agradecido.

No quiero escribir de lo que he vivido, ni tampoco de lo que quiero llegar a vivir, pero sí quiero hablar sobre mi presente.

Hoy mi vida es especial, única, y lo que la vuelve única no es lo que tengo o lo que he conseguido, es simplemente el hecho divino de existir. Y tenía mis dudas sobre comenzar a escribir sobre esto porque la verdad parecería un tema sin ninguna espectacularidad, más interesante sería escribir sobre lo que pasan en las noticias todos los días o sobre lo que hice en mis vacaciones, pero cuando me senté frente al teclado sin saber que poner las palabras comenzaron a fluir y lo hacen en una dirección expecífica que incluso sobrepasa los límites de mi propia compresión.

Solo sé que estoy feliz. Que si el día de hoy mi vida llega a su fin, lo habrá hecho dentro de una profunda e inexplicable sensación de estar viviendo mi propósito personal. Eso lo sé porque me levanté esta mañana con emoción y como todas las mañanas durante estos últimos meses me dirigí al lugar donde por fin estoy haciendo cine. Aparte de eso estoy terminando por fin mi primer libro que espero sea un aporte valioso para las personas que en su interior sienten que existe una verdad diferente a la que está frente a sus ojos pero que no es tan fácil divisar.

Además, tengo a una mujer que me ama profundamente y por la cual sería capaz de todo, asímismo cuento con el amor incondicional de mi hijo quien me he dado cuenta escucha cada una de mis palabras y mis consejos y está seguro de que lo que más quiere de la vida es ser libre y no dejarse llevar por conceptos preestablecidos si se van en contra de lo que siente en su corazón.

Tal vez todo esto vaya más allá del poder real del subconciente, porque entra en un campo donde la inteligencia divina única es la que armoniza nuestra existencia cada momento eterno. Pero igual es parte de todo. Todo lo que está en tu subconsciente de una u otra manera da forma al universo en el que yo mismo me desenvuelvo día a día.

Gracias por eso.